Viruela símica, ¿una enfermedad emergente fuera de África no esperada?

Resumen

En la primera semana de mayo de 2022, una noticia llegada a mi correo vía el ProMED-mail (1) daba cuenta del diagnóstico de una persona en Londres con viruela del mono (viruela símica, “monkeypox” del inglés) adquirida en ocasión de un viaje a Nigeria, área endemo-epidémica de esta zoonosis. El 23 de julio, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la “Emergencia de salud pública de interés internacional” (2) en el marco de la segunda reunión del “Comité de Emergencia del Reglamento Sanitario Internacional (2005) sobre el brote epidémico de viruela símica en múltiples países”, habida cuenta de su amplia dispersión y aumento sostenido de casos, los cuales ascienden a más de 40.000 y en más de 95 países del orbe.

Esta declaración formal, que en junio no había logrado ese estatus de alerta internacional, permite comenzar una cooperación conjunta de los países miembros de la OMS. Esto se inicia, ante todo, con la rápida comunicación y alerta de los casos diagnosticados al organismo supranacional, el trabajo mancomunado con fines de divulgación de medidas preventivas, el monitoreo de la incidencia de esta patología, y un esfuerzo común para lograr la adquisición y distribución equitativa de medicamentos y vacunas que sirvan como herramientas farmacológicas para sumar a la contención del brote epidémico. Todo esto también debe incluir a los países endémicos en África que, hasta ahora, no han tenido accesibilidad a un programa integral para enfrentar a esta zoonosis luego de más de 50 años de su reconocimiento como enfermedad de impacto para los humanos, marcando, una vez más, las inequidades existentes a nivel mundial.

En nuestro país se han comunicado 80 pacientes entre el 9 de junio y el 17 de agosto (3), de los cuales 34 tenían antecedentes de viajes al extranjero, todos eran hombres y evolucionaron sin complicaciones.

Es interesante destacar que en febrero de este año, un trabajo de revisión sistemática (4) del Dr. Robert Steffen y colaboradores (“el padre de la medicina del viajero” y uno de los fundadores de la Sociedad Internacional de dicha disciplina —ISTM—) marcó, a modo de “diagnóstico de oráculo”, una alerta sobre la necesidad de vigilar esta enfermedad viral a partir del incremento de casos autóctonos en áreas endémicas de África (tanto para la variante de África occidental como para la centroafricana) y su potencial expansión mundial a partir de los viajeros de países no endémicos que visiten dichas áreas. El diagnóstico se ha cumplido, más temprano incluso que lo estimado por los autores, y la actual situación emergente se suma a un mundo que continúa viviendo la pandemia de COVID-19 y tantas otras situaciones de preocupación para la salud individual y colectiva causadas por enfermedades infecciosas, cambio climático, guerras, hambrunas, migraciones forzadas, conflictos políticos y sociales, etc.

Lo que no estaba en la mencionada publicación como mecanismo traccionador de una eventual dispersión de viruela símica es lo que se ha registrado para este brote, es decir que prácticamente la totalidad de los pacientes son hombres que tienen sexo con hombres o bisexuales, con múltiples parejas o que practican sexo grupal (5). Esto requiere de un particular abordaje para generar mecanismos de prevención que posibiliten la contención de la epidemia, recordando que el virus de la viruela símica puede infectar y/o enfermar a cualquier persona, y que es prioritario evitar la estigmatización de quienes hoy se ven afectados mayoritariamente. Por ello, sin dudas, el trabajo en comunicación de riesgos y cómo evitar los mismos para la población en su conjunto debe, además, ser articulado entre las autoridades sanitarias y las distintas organizaciones de la comunidad LGTBQ+ para permitir llegar de manera clara y adecuada al colectivo que en esta etapa de la epidemia representa la casi totalidad de los pacientes registrados. Hay experiencias ganadas de cómo hacerlo en el terreno histórico en la prevención de la infección por el virus VIH.

Por último, para abordar desde el plano asistencial esta etapa de contingencia del brote epidémico es necesario generar alerta y capacitación en el equipo de salud con protocolos para el correcto manejo del paciente con cuadro clínico compatible, asegurando: la provisión y uso correcto del equipo de protección personal (EPP), la disponibilidad de algoritmos de diagnóstico con ampliación de la red laboratorios y capacidad de realización de pruebas moleculares, la confección de guías de manejo terapéutico y la gestión para la adquisición de fármacos (tecovirimat y brincidofovir) y vacunas para el tratamiento de pacientes sintomáticos y la prevención en contactos estrechos.

La pandemia de COVID-19 nos ha enseñado que el fortalecimiento de las estructuras de salud pública, como parte de las decisiones en la política sanitaria, constituye el pilar más importante para la contingencia y respuesta a una epidemia con el fin de minimizar el impacto y daño, tanto individual como comunitario.