En memoria: Prof. Dr. Ricardo Durlach (1946-2024)
Resumen
“La muerte es el destino inevitable de todo ser viviente... Cuando me toque, espero vivirla y no padecerla....” escribía un año atrás el Dr. Ricardo Durlach en un texto que compuso en un taller literario al que había comenzado a concurrir. ¿Por qué un taller literario a esa edad? Porque siempre necesitaba nuevos objetivos.
Toda su vida profesional estuvo signada por ello: iniciativas, proyectos y más proyectos. El Hospital Alemán fue su segundo hogar. Me recuerdo haciendo la residencia en el Hospital Muñiz más una guardia semanal en el Hospital Alemán y coincidiendo con él, que hacía guardias en la Terapia Intensiva. En ese entonces, el hospital no contaba con un Servicio de Infectología, empezamos a soñar con ello y por supuesto lo organizó. Enseguida se interesó por el control de infecciones, concepto que apenas había llegado al país y creó el Comité de Control de Infecciones que todavía funciona, inspirado en modelos extranjeros. No contento con ello, fundó un boletín, el Boletín Epidemiológico del Hospital Alemán (BEHA), que llegó a contar con más de 1000 suscriptores y que se repartía en forma gratuita, ya que el objetivo detrás del mismo era difundir los nuevos conceptos por todo el país. Durante 15 años, además, se hizo cargo de la Dirección Médica, cosechando amigos y respeto a pesar de los conflictos y disidencias propias del cargo. Su último gran logro fue conseguir para el hospital la acreditación por la Joint Commission International, iniciativa por la que trabajó y peleó varios años.
Pero su trabajo no se limitó únicamente al hospital. Paralelamente escribió su tesis de doctorado calificada como sobresaliente y se involucró en la creación y funcionamiento del Servicio Interhospitalario de Vigilancia Epidemiológica Nacional de Infecciones Hospitalarias (SIVENIH), base del actual programa VIHDA del Ministerio de Salud.
La docencia también lo desvelaba. Me convocó para crear la carrera de especialista en Microbiología e Infectología en la Universidad Católica Argentina, que supo ser de las primeras y de las más prestigiosas. Fue un miembro muy activo en la Sociedad Argentina de Infectología y en la Asociación Argentina de Zoonosis, en la cual llegó a integrar la Comisión Directiva. Organizó desde allí y con el aval del Hospital Alemán, el Consenso Argentino de Toxoplasmosis en 2005 y todas sus actualizaciones periódicas, la última de ellas en 2020.
En 1993, creó junto a varios colegas el Instituto Técnico de Acreditación Establecimientos de Salud (ITAES), una asociación civil sin fines de lucro cuyo objetivo es ofrecer una evaluación externa sobre calidad y seguridad a las instituciones médicas, y que presidió entre 2000 y 2014. Posteriormente, en 2017, viendo las falencias que presentaban las instituciones evaluadas le nace la idea de conformar una fundación del mismo nombre, Fundación ITAES, que brinda ayuda a los establecimientos de salud del país a lograr objetivos mínimos respecto a la calidad, la seguridad y el respeto por los derechos del paciente, su entorno y el personal.
En esta misma línea, publicó en 2006 el libro Epidemiolo- gía y Control de Infecciones (Editorial Guadalupe), siempre secundado entre otros por sus dos grandes amigos y compañeros de ruta: el Dr. Marcelo del Castillo y el Dr. Ernesto Efrón. Este trío era conocido en el ambiente infectológico con el apodo de “los tres mosqueteros”.
Su último proyecto, la maestría en Control de Infeccio- nes de la Universidad Católica de Salta, que inicia este año su modalidad totalmente online, muestra una vez más su permanente inquietud en aprender, utilizando tecnología de vanguardia
Nada de esto lo llevó a desatender a su familia, siete hijos y una esposa a la que adoraba y quien lo apoyaba en todo lo que se proponía. Impresionaba ver en sus últimos días a toda esa familia, multiplicada con yernos, nueras y nietos acompañándolo y acompañándose, en una paz y armonía envidiables, claro reflejo de lo que él les entregó por años: alegría, empuje, espacio y tiempo para todos.
Su generosidad para con lo suyos y sus colegas fue siempre enorme. Nunca dudó no solo en apoyar mis iniciativas y búsquedas de crecimiento, sino que las incentivó aunque en algunos casos redundaran en perjuicio para él, por ejemplo con menos tiempo para ayudarle en sus propios proyectos.
Cierro con otra fase de ese texto que él escribiera y yo comentara al inicio de esta reseña/homenaje: “Si cada año se renace, la creatividad y el goce no tienen edad...”.
Querido Ricardo, así te recordaremos: generoso, lleno de ideas y proyectos con los que gozabas. Ojalá logremos ser fieles a ese legado: ocupados y disfrutando de la vida, la familia y el trabajo más allá del paso de los años.